miércoles, 24 de junio de 2009

¿Quién da más?

Desde hace algunos años el fútbol ha dejado atrás su carácter meramente lúdico para convertirse no sólo en un deporte profesional sino que económicamente es uno de los negocios más rentables del mundo.

Dentro de este ostentoso mundo, el mercado de pases europeo cobra protagonismo durante el receso de mitad de año. Las exorbitantes sumas ofrecidas por los cracks del momento nos hacen pensar que la Crisis Económica Mundial no existe para el fútbol.

Es indiscutible que el equipo que hizo de los ‘pases millonarios’ o de los ‘fichajes del momento’ una forma de vida ha sido –y según los recientes acontecimientos ‘es’ y ‘será’- el Real Madrid.

El equipo madrilista siempre se ha caracterizado por hacer los mejores fichajes del medio, pero desde hace unos años un hombre ha conseguido llevar esa tradición a límites donde al parecer no le tiembla la mano al momento de firmar cheques por cifras de nueve dígitos.

Ese hombre es nada más y nada menos que Florentino Pérez, ex Presidente del Club Blanco desde el 2000 hasta el 2006 y que en mayo último tomó nuevamente el cargo ante la escasez de títulos y protagonismo en la que ha caído el Real Madrid.

Durante el primer período de Florentino, la prensa mundial acuñó una nueva frase para describir la plantilla más cara de la historia. Zinedine Zidane, Luis Figo, Ronaldo y David Beckham fueron algunas de las estrellas que brillaron en un equipo donde el término “Dream Team” ya no era suficiente, fue ahí donde nació la frase “Los Galácticos”.

Durante muchos años, la dupla Florentino-Real Madrid ha encabezado la lista de los pases más caros de la historia. El primer lugar lo ocupó el millonario pase de Zizu, seguido por el polémico fichaje de Lucho Figo, ex-Barcelona.

Pero como todo en la vida es cíclico, el podio cambió de nombres, mas no de artífices. El primer futbolista en la mira fue el ex-Milan, Ricardo Kaka, que por la nada despreciable cifra de $ 92’000,000.oo el astro brasilero se vestirá de blanco las próximas seis temporadas.

Lo más sorprendente de todo fue que unos días después esa cifra quedó en un segundo plano cuando nos enteramos que la estrella del Manchester United, Cristiano Ronaldo –escogido por la FIFA como el mejor jugador de fútbol en la temporada pasada- pasará a las filas del Real Madrid en la presente temporada por la suma de $ 131’000,000.oo -la más alta de la historia.

Las pretemporadas aún no han empezado, así que aún falta mucho pan por rebanar. El presidente madrilista no es el único personaje con una chequera ilimitada, Roman Abramovich dueño del Chelsea y el Jeque Sulaiman Al-Fahim del Manchester City no se quedan atrás y han hecho ofertas del mismo calibre pero que por ahora no ha tenido el mismo éxito. El manager deportivo del Real Madrid, Jorge Valdano, ha dejado en el aire la idea de que aún faltan muchos pases por confirmar, entre las opciones más sonadas se barajan las de los delanteros David “El Guaje” Villa (Valencia) y Frank Ribéry (Bayern Munich).

En el mundo del deporte se acostumbra decir que los records existen para romperse. Florentino Pérez ha hecho de los fichajes un deporte y de él el mejor jugador del mundo. Ahora toca ver si estos nuevos galácticos le devolverán al Madrid el estatus que merece y si logran arrebatarle al Barcelona el calificativo de mejor equipo del mundo.

jueves, 11 de junio de 2009

Con ustedes, su Majestad

Década tras década, el tenis tiene héroes y antihéroes, Goliats y Davids que, cual estrellas fugaces, aparecen y se marchan en el firmamento del deporte blanco.

Por cuestión de generaciones, aunque a veces me gusta pensar que es el destino, me ha tocado vivir la época de su Majestad, el Gran Roger. Hasta hace unos meses teníamos en la mente a un Roger derrotado por la agresividad del mallorquín más conocido del mundo: Rafael Nadal. Pero resulta innegable que Federer, cual reloj suizo, alcanzó la perfección para concretar la seguidilla de triunfos y récords que lo convierten en algo más que ‘un monstruo’ del deporte, en una leyenda viviente.

Superar a los míticos Björn Borg, John McEnroe, Andre Agassi y al hasta ahora más grande de todos los tiempos, Pete Sampras, resultaría una empresa de dimensiones titánicas para cualquier mortal. Pero los escogidos tienen el designio divino, un aura que los separa del común denominador.

La primera vez que el nombre del suizo acaparó titulares fue precisamente al destronar al entonces número uno del mundo y siete veces campeón de Wimbledon, Pete Sampras. Allá por el 2001, un joven y desconocido Roger le arrebató el trono al indiscutible rey del césped, y posiblemente fue la forma en que los dioses del tenis le entregaron la posta al nuevo rey.

Pasaron dos años para que el sueño de infancia de Roger se haga realidad: ganar su primer Mayor en Wimbledon. Un año después alcanzó la cima del circuito y logró que su reinado durara nada más y nada menos que 237 semanas consecutivas como número uno del mundo. Durante esos cuatro años, el suizo hizo y deshizo en el circuito. Llegó a acumular 12 títulos de Grand Slam y perdió sólo en dos finales ante su bestia negra: el Rafa.

Nadie dudaba que Roger fuera el más grande, pero ese último escollo en el que se convirtió Roland Garros, hacía dudar a los más escépticos sobre si merecía el título de “el mejor de la historia”.

Luego llegó la mononucleosis y por primera vez en tres años el suizo no llegó a la final de un Grand Slam, el Abierto de Australia del 2008. Ya en Roland Garros, Roger fue barrido por un Nadal infranqueable y finalmente llegó batacazo del año: perder en una cancha donde era más local que Murray, donde en los últimos cinco años creó a un monstruo casi invencible. Con la derrota ante Nadal, en el que para muchos fue el mejor partido de la historia, Federer sufrió un duro golpe, un estacazo del que varios creyeron que no se repondría.

Poco antes de terminar la temporada, Roger logró restablecerse y quedó a un Grand Slam de igualar el record de Sampras, con 14 torneos en su haber. En una aplastante victoria sobre el joven Murray, el suizo se quedó con el Abierto de Estados Unidos.

Empezando este año, la perfección suiza -que durante mucho tiempo nos hizo creer que su frialdad era de otro mundo- se hizo humana. La final del Abierto de Australia fue el escenario donde Roger podía convertirse en leyenda. Al frente tenía a Nadal. Volvió a perder. Esta vez su frustración salió a la luz. Era la postal de un niño herido, humillado. Sólo atinó a decir “esto me está matando” y luego rompió en llanto.

A ello le siguieron un par de derrotas desapercibidas en Hamburgo y Roma, pero una victoria sorprendente en Madrid le dio esperanzas para su participación en Roland Garros, torneo donde el indiscutible favorito sería Nadal. Con 31 victorias consecutivas, el español resultaba imparable. Pero esta vez el destino le tendió la mano a Roger: un sueco, Robin Soderling, vestido de héroe le arrebató el invicto a Rafa.

Inmediatamente, Federer se convirtió en el favorito a llevarse el trofeo. Todos querían que Roger gane. Para llegar a la final aún faltaban tres partidos.

En cuartos de final el suizo se encontró ante un sólido Tommy Haas, que lo llevó contra las cuerdas, lo puso dos sets abajo y 30-40 en el inicio del tercero. Pero como un grande de verdad, despertó de su letargo con un pass in shot de derecha con el que inició una remontada memorable. Este partido marcó el punto de quiebre para Federer.

Cada vez más cerca de hacer historia, Roger no sólo le ganó a Gael Monfils, sino que terminó de meterse al público al bolsillo. La final estaba a la vuelta de la esquina, en semis debía medirse contra un envalentado Juan Martín Del Potro, que con un drive demoledor tenía al suizo dos sets a uno. Sin embargo, Roger nunca dejó de creer que era posible y sacó el partido adelante. Con una celebración poco acostumbrada selló su pase a la gran final.

El domingo 7 de mayo quedará grabado en la historia del deporte como el día en que Roger Federer se hizo inmortal. Frente a él tenía a la sorpresa del campeonato, al verdugo de Nadal, como la prensa lo bautizó, a Robin Soderling. Con un récord de victorias de 9 a 0 a favor del suizo, éste se presentaba más favorito que nunca, favoritismo que ratificó con un aplastante primer set (6 a 1).

En el segundo set, las cosas estaban más parejas, pero Su Majestad sacó la casta de campeón y jugó el mejor tie break de su carrera, tal como lo admitió el propio Federer. Con un break en el primer game del tercer set, sólo era cuestión de tiempo para que Roger se lleve el partido.

Un error no forzado de Soderling hizo llorar al suizo, a miles de sus fans y a todos los asistentes en la Philippe Chartier. Esta vez eran lágrimas de felicidad, de sentir que por fin el mejor de todos los tiempos tocó el cielo con las manos. Roger no sólo lograba igualar a Sampras sino que conquistaba sus propios miedos, conquistaba Roland Garros.


Federer ha demostrado ser el jugador más completo en todas las superficies con un tenis técnico y muy vistoso. Su Majestad hizo que el mundo finalmente se rindiera ante sus pies. ¡Grande Roger!